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Nada podemos esperar sino de nosotros mismos. José Gervasio Artigas


domingo, 15 de marzo de 2009

Educación y desidia. Por Luis María Serroels

La lupa política
Por Luis María Serroels para ANALISIS DIGITAL
No hace falta realizar mayores elucubraciones ni sumergirse en esforzados análisis alambicados. Basta simplemente con dar lectura a una Solicitada hecha pública por la Asociación Gremial del Magisterio, en la que puntualiza las graves deficiencias que sufre la educación entrerriana y que superan largamente los meros reclamos salariales.
En la lista elaborada por el mayor gremio docente, tras preguntar ¿Cómo comenzar las clases con normalidad si las condiciones mínimas para la educación no están garantizadas?, se encolumnan: falta de edificios y aulas (mientras la matrícula crece, los espacios disponibles se exhiben superpoblados); edificios deteriorados (techos que se llueven, mampostería que se derrumba, paredes húmedas y con rajaduras y aberturas inutilizadas); instalaciones sanitarias y eléctricas colapsadas (entrañan riesgos para la salud de docentes y alumnos); carencia de mobiliario y recursos para la limpieza; deficiencia en el transporte para acceder a los establecimientos; partidas insuficientes para comedores escolares y ausencia de espacios para el desarrollo de actividades pedagógicas, conforman un cuadro deprimente.
El mismo día se conoció un informe atribuído a fuentes oficiales, según el cual en las escuelas de la provincia faltan 50.000 sillas, 20.000 mesas dobles y 2.000 pizarrones. Esto se revela en el mismo momento en que el personal del Taller Industrial Manuel P. Antequera se halla aplicando una retención de servicios como protesta por la falta de respuestas a sus reclamos.
Esos reclamos aluden a la falta de presupuesto para afrontar las demandas de las escuelas (allí se construye el mobiliario completo), necesidad de reparaciones en el edificio que ocupa el organismo, mejores condiciones laborales e incorporación de máquinas que reemplacen las vetusta tecnología existente. El previsible fracaso de la paritaria, donde el gobierno se limitó a ratificar el escuálido aumento que había anticipado y que originó el primer paro del año, amén de reiterar que no se derogarán las resoluciones que imponen descuento por la medida de fuerza, sólo contribuye a agudizar el conflicto. Con este escenario, la conciliación a que convocó la Dirección del Trabajo, no pasaría de ser una formalidad normativa sin efecto positivo alguno.
Muy poco honor le rinde así el gobierno a Antequeda, un mendocino arraigado en nuestra provincia. Funcionario de enorme visión, que avizoró un destino de gran fecundidad para la educación entrerriana y que se había graduado en nuestra gloriosa Escuela Normal. Su actuación a principios del siglo 20, como Director General de escuelas, alcanzó una dimensión hasta hoy no superada. Fundador de escuelas, labor en la que supo valorizar la arquitectura escolar por él diseñada y ejecutada. Sirva a modo de emblema, la creación de la Escuela Rural Juan Bautista Alberdi, que sembró el normalismo en toda América y a la cual fundó bajo el lema Educar para la Vida.
Si Manuel P. Antequeda hoy se levantara de su tumba y observara el estado de la escuela Tabaré de nuestra capital, sufriría su segunda defunción. “Sólo las personas que han recibido educación son libres”, escribió Epícteto. Sería muy últil incorporar esta frase, con carácter de fuerte compromiso, al catecismo educativo entrerriano.